miércoles, 20 de mayo de 2015

La vida de Angus II.

II



Despertaba a las once de la mañana, tantas horas en coche me habían dejado destrozado, pero quería levantarme pronto para ver que tal la ciudad.
No había nadie en casa, así que cogí una cerveza antes de irme a perderme cual simple turista.
Salí por el portal del edificio con los auriculares puestos y escuchando 'Seven Nation Army', y joder, como me gustaban ese tipo de canciones que me subían el ego.
No tenía idea alguna de hacia donde iba, solamente caminaba, hasta que me cansé y decidí subir a un bus, y escogí el primero que se me puso delante.


-Bon dia.

-¿Qué?- no había entendido lo que me quiso decir el chófer, tampoco es que le hubiese escuchado.

-Buenos días...

-Ah, eso...- que borde estaba esta mañana, más de lo habitual.


Me fui al único asiento libre que había al fondo, de camino hacia él, sentía que casi todo el mundo me miraba, ¿tanto se notaba que no era de aquí?
Las paradas se sucedían una tras otra, y las personas pasaban a mi alrededor, lo único que había en mi cabeza era mi música, que me dejaba totalmente absorto.
Me había perdido tanto en mi mundo que no sabía ni donde me encontraba.


-Eh, chico, despierta.

-¿Eh, qué?- el chófer me sacaba de mi mundo particular

-Última parada.

-¿Dónde estoy?

-En el aeropuerto, venga, abajo.

-Mierda, no puedo quedarme en blanco ni un momento.


Bajé del bus y me encontraba perdido delante de la puerta del aeropuerto. Ese era uno de los momentos en mi vida en los que no sabía que hacer, si volver por donde he venido, o subirme en cualquier avión hacia cualquier lugar.
Decidí volver al centro de la ciudad, pero esta vez cogería el cercanías.
Joder, como odio la multitud, y el vagón estaba lleno de gente que acababa de llegar para hacer turismo, se les notaba en la jodida cara, y en las medias hasta las rodillas.
Siempre me quedaba una solución, aislarme con la música, pero esta vez no iba a funcionar, a que se me habían puesto dos chicos delane de mí y no dejaban de mirarme.


-Danos el móvil, la cartera y esa.

-¿Qué?- me pasaba la vida absorto e ignorando todo.

-Que nos des tus cosas.

-¿Por qué cojones voy a hacer eso?

-Para evitar que te demos una paliza- cuando acabó de hablar, sólo pude reírme.

-Venga, no seas idiota y danos todo.

-Ahora hablamos el otro tonto de su amigo.

-Espera un momento- me puse los auriculares, un poco de rock de fondo aparte la cajaN y...- ¡ahora sí!


Salte de mi asiento sobre esos dos payasos y empezamos una pelea en el tren, bueno, más que una pelea, era una paliza. Ambos chicos tirados en el suelo y yo cebándome con ellos, cuando uno se intentaba levantar, le tiraba al suelo e iba a pegarle al otro.
Fue divertido hasta que llego la policía, los muy cabrones me detuvieron a mí, cuando yo iba a ser la víctima del atraco.
Mi primer día en la ciudad, y ya voy de camino a la comisaría, menos mal que mi caja no ha sufrido daños.
Llegamos después de un bonito paseo por la ciudad en coche policial, y la verdad, tenía la sensación de que me estaban esperando...


-No llevas ni veinticuatro horas en la ciudad, y ya te han detenido, joder...

-Joder papá, ha sido en defensa propia- me había olvidado comentar que mi padre era policía.

-Bueno, al menos he ganado mi apuesta.

-¿Eh?, ¿qué apuesta?

-Les comenté a los chicos lo cabrón que eres.

-¡Eh!, no sé para que me altero, si es verdad, bueno, sigue.

-Algunos apostamos a cuanto tardarías en venir a la comisaría, como eres mi hijo y te conozco muy bien...

-Llevábamos cuatro años sin hablar, qué me vas a conocer.

-Como eres mi hijo y te conozco, dije que estarías aquí desde el primer día.

-Maldito visionario.

-Hijo, ¿en serio teníamos que pasar mi cumpleaños contigo esposado en la comisaría?

-Sí, ¿por qué no? Suena a planazo paterno filial.

-Joder.

-Eh, que te he traído tarta- la caja que llevaba conmigo, era su tarta de cumpleaños

-Buen detalle, pero no hay tarta para ti.

-Pues quiero mi dinero... por cierto, ¿qué hay del pequeño incidente del metro?

-Esos dos chicos son habituales atracando en el metro, hemos hecho un par de cositas y han accedido a no poner denuncia.

-¡Serán cabrones, si me querían atracar!

-Que suplicio de hijo.

-Pues es el primer día, te quedan mucho por aguantarme.

-¿Es una amenaza?

-¡Sí!




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